“La meta biológica del ser humano es la supervivencia, la meta psicológica es la seguridad”.
- Ray Schaffer.
Definido inicialmente por John Bowlby (1988), el interés en la Teoría del Apego es cada vez más creciente entre los profesionales de la psicología. Este autor manifiesta que la construcción del vínculo afectivo en el/la niño/a es una necesidad primaria en el ser humano:
El amor maternal en la infancia es de tanta importancia para la salud mental como lo son las vitaminas y proteínas para la salud física (Bowlby, 1951, p. 193).
Las experiencias tempranas que aseguran la supervivencia y la creación de un apego seguro en el/la niño/a no solo se basan en la proximidad física con los cuidadores principales, sino también en que el/la niño/a interiorice la disponibilidad emocional de estos.
Gracias a la interacción cuidador-bebé se dan lugar a los “modelos operativos internos” (M.O.I.), que guían la conducta interpersonal del individuo, basadas en la confianza o desconfianza.
En relación con la conformación del apego, se han señalado distintos pilares sobre los que debe construirse la seguridad del apego. A continuación, mencionaremos algunos de los descritos por Caban (2020) y Merino (2020):
De esta manera, la regulación en el/la niño/a se genera a partir de la corregulación con el cuidador principal, que a su vez es capaz de autorregularse emocionalmente.
Poco a poco, el cuidador aprende a leer las señales del bebé, a darles un significado y a satisfacerlas. Este cuidado repetido en el tiempo genera un entrenamiento en el bebé con el que construye su “ventana de tolerancia”. Esta última favorece que los momentos de conexión-desconexión puedan alargarse en el tiempo.
Es decir, el cuidador le va transmitiendo una sensación de seguridad (seguridad internalizada), que le va a permitir independizarse y explorar el entorno.
Autoras como Mary Ainsworth construyeron métodos para evaluar el estilo de apego como el experimento de la situación extraña. A partir del mismo, se describen 4 estilos de apego:
¿Cómo se establece el sistema de apego entre un niño/a con TEA y su cuidador? ¿Es el niño/a con TEA capaz de establecer un vínculo de apego seguro?
En los inicios se consideró que los niños/as con TEA no desarrollaban un apego significativo. Esta teoría se sustentaba en que no reaccionaban ante la separación o reunión de su principal figura de apego en comparación con personas desconocidas.
En este aspecto es importante añadir que una ausencia de comportamientos de proximidad con el cuidador no se debe a una actitud de desapego, sino que es producido por las dificultades que origina el trastorno.
Más adelante, según indica Redondo-Urbieta (2018), comenzó a estudiarse el apego en la población con TEA y se evidenció la posibilidad de que desarrollasen patrones de apego seguro. Adaptando el experimento de la situación extraña a esta población, se vio que los comportamientos de apego no se desarrollan de la misma manera que en el niño normotípico. Es decir, no se trata de que el niño con TEA sea incapaz de establecer un vínculo de apego, sino que su manera de vincularse se hará de una forma no-convencional.
Los cuidadores primarios se encuentran ante la desafiante tarea de vincular con un bebé que tiende a suprimir la comunicación social o que la expresa de una manera diferente.
En este sentido, es relevante destacar que en estos estudios se ha demostrado que el niño con TEA suele interactuar más con su figura de apego de referencia, así como reaccionar ante su marcha.
Asimismo, se estudió la oxitocina en la población con TEA (Feldman, Golan, Hirschler-Guttenberg, Ostfeld-Etzion y Zagoory-Sharon, 2014), que es la respuesta endocrina a las situaciones sociales placenteras. Pese a que los niveles basales de esta hormona suelen ser menores en la población con TEA, se han encontrado resultados parecidos a los de la población normotípica cuando la interacción es con la figura principal de apego.
Por otro lado, cabe añadir que en la población con TEA la seguridad en el apego puede verse comprometida cuando mayor es la severidad del trastorno y la discapacidad intelectual. Sin embargo, se ha demostrado que esta sintomatología dificulta la vinculación con la figura de referencia pero no la anula (Redondo-Urbieta, 2018).
Es importante tener en cuenta que tras el diagnóstico de TEA, los cuidadores primarios comienzan un proceso de duelo que puede afectar en el vínculo con el/la niño/a. Cuando se lleva a cabo un trabajo de duelo y de reorganización emocional, puede alcanzarse una mayor aceptación del trastorno y del mundo interno del niño. Esto último está directamente relacionado con un mayor bienestar en el vínculo y en la probabilidad de establecer seguridad en el apego.
En relación con lo anterior, se han desarrollado programas de intervención para el fortalecimiento del vínculo de apego de niños/as con TEA y sus cuidadores primarios. En estos programas se analizan los comportamientos del niño/a en un contexto natural para detectar y conocer las conductas de apego hacia su cuidador. Por otro lado, en algunos de ellos se aplican cuestionarios para evaluar el apoyo de las figuras cuidadoras, las interacciones armoniosas, el establecimiento de límites, la supervisión, etc. También se ha intervenido a través de la actividad lúdica y del masaje infantil. A partir de estos programas se ha visto que el fortalecimiento de estos vínculos están correlacionados con un mejor funcionamiento cognitivo, mejor desarrollo del lenguaje y de la motricidad (Venturini, 2016).
En conclusión, la construcción de un vínculo seguro de apego; un ambiente estructurado pero cálido y afectivo, en la población infantil general es una fortaleza que promueve su salud y desarrollo. En la población con TEA funciona, además, como un amortiguador de las dificultades producidas por este trastorno.
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