Soy Daniel, un joven de 20 años que actualmente estudia Ingeniería Industrial, y hoy escribo en esta sección para contaros a todos vosotros mis experiencias de mi corta, pero intensa vida.
Fui diagnosticado como persona con TEA a los 2 años tras una serie de pruebas que confirmaron dicho diagnóstico. Mis padres se percataron de que literalmente no hablaba y que además no jugaba ni me relacionaba con lo demás niños de esa edad. Mi vida consistía en estar las 24 horas del día en la misma esquina del salón sin hablar con nadie, ni siquiera con mis padres ni con mi hermana. El hecho de que no tuviera ese sentimiento de querer jugar ni de querer conocer a otros niños que es propio del ser humano fue lo que llevo a mis padres a realizar las pruebas.
Cuando tenía 2 años, estaba solo en el salón viendo en la televisión el programa “Cifras y Letras”; de tanto verlo aprendí las vocales y las consonantes de memoria, eso sí, cuando estaban mis padres delante no decía nada. Mis padres decidieron grabarme y pillarme infraganti; y le enseñaron el vídeo a una de las primeras personas que me trato. Tras examinar las pruebas les dijo a mis padres “no va a salir del autismo, nació autista y morirá autista”. Clínicamente hablando tiene razón, pero en aquel momento ese comentario, no sentó nada bien. Sin embargo, fue entonces cuando mis padres empezaron a darlo todo por mi desarrollo.
Hoy en día, mantengo esa filosofía de vida, pensar que no hay nada imposible, que puedo conseguir lo que me proponga, que puedo hacer realidad todo lo que sueñe, aunque me cueste mucho.
A mí personalmente no me gusta pensar de forma victimista, me explico, hay gente que dice cosas como “pobrecito mi hijo es TEA, no me le toquéis”. Yo entiendo que tengan una atención específica porque lo necesitan, pero considero que al sobreproteger a estas personas se les inhiben muchas de sus capacidades. Son personas con un gran potencial que, al fin y al cabo, se tienen que desarrollar socialmente.
Yo decidí apostar por mi potencial y hasta el momento he conseguido más sorpresas positivas que disgustos. Me gustaría que hubiera más gente con TEA que pensara que tienen un gran futuro por delante. De hecho, si yo tuviera que definir a una persona con TEA diría que es una persona muy inteligente pero que no sabe usar dicha inteligencia, por eso hay gente con TEA muy influyente en el mundo, como el empresario Bill Gates.
Mi niñez no fue fácil, no digo académicamente hablando porque por ese lado no he tenido ningún problema, pero sufrí acoso: mis compañeros de clase me pegaban y se reían de mí por el hecho de ser diferente. Incluso en mi primer colegio no me quisieron realizar ningún examen ya que según algunos profesores “no contaba con el nivel académico adecuado para seguir las lecciones impartidas en clase, decían que retrasaba el nivel y bajaba el nivel del colegio”.
Llegaron a inventarse y a decirnos que por ley no podían realizarme dichos exámenes. Obviamente era mentira, de forma que mis padres y yo decidimos apostar por mi potencial y cambiarnos a otro colegio en el cual solamente pedimos que me trataran como a uno más.
Los problemas académicos se solucionaron, pero el acoso persistía. Entonces me dieron un consejo, el cual, he de decir, ha marcado mucho mi personalidad. Las palabras fueron “pasa de ellos”.
Al principio no me veía capaz de aplicarlo, pero lo hice y lo conseguí, el problema se fue haciendo cada vez más leve de forma que solo se reían de mí de vez en cuando. Fue también por aquel entonces cuando empecé a hacer mis primeras amistades y en secundaria las terminé de forjar.
Un día reflexioné y me di cuenta de que “la vida se pasa mejor si te sabes reír de ti mismo”. El humor es muy terapéutico. Cuando empecé a reírme de mi mismo, ya nadie se metió conmigo. A veces imagino metiéndome en la cabeza de otra persona que piensa “para que voy a invertir tiempo en ridiculizarle, si él es feliz con sus imperfecciones” y de hecho este punto le encanta a mis amigos, porque estoy orgulloso de ser TEA.
También puedo decir que mi pensamiento y los valores que me acompañan generan en mí seguridad, fortaleza y confianza en mí mismo, tienden a infinito las ocasiones en las que he declarado que soy TEA y la gente se ha asombrado porque no lo parezco.
Tengo la sensación de que voy a vivir una vida plena sin inhibiciones.
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