Los seres humanos somos seres racionales que tenemos una enorme carga emocional que se refleja en nuestras decisiones, experiencias y motivaciones. Estas emociones juegan un papel muy importante en nuestro desarrollo personal y social, puesto que son una forma muy importante de comunicarnos con los demás.
Entendemos las emociones como las respuestas inconscientes y temporales que nuestro cuerpo y nuestra mente producen ante los estímulos externos, siendo estas propias e innatas. Son innatas en el ser humano y se aprecian en los primeros meses de vida. Y, aunque son comunes en todas las personas, se reflejan de diversas formas en cada individuo porque en nuestra naturaleza individual entendemos las emociones de una manera e intensidad diferente.
Para poder trabajar con las emociones, debemos tener una idea clara de cuántas hay y cómo debemos entenderlas. En la década de los 70, Paul Ekman elaboró múltiples estudios en los que señaló la existencia de seis emociones básicas y universales, es decir, que son comunes para todo el mundo. Estas son:
Aunque Ekman nos especifica las emociones básicas, no significa que sean las únicas, pues a raíz de estas aparecen otras emociones.
Robert Plutchik explicó esta interrelación dividiendo las emociones básicas en ocho en lugar de seis. Sitúo cada emoción como opuesta a otra y estableció diversos niveles de intensidad dentro de cada emoción. Además afirmó que con la mezcla de dos de ellas surgían otras emociones, aportándonos una nueva perspectiva de la amplitud y complejidad de las emociones.
En esta imagen podemos observar de qué forma sitúa cada emoción colocando a la opuesta enfrente. Observamos que cuanto más cerca del centro está una emoción, más intensa es. Así mismo, entre dos emociones surge otra como interacción de ambas.
Es muy importante, además, evitar clasificar las emociones como buenas/positivas o malas/negativas. Diferenciarlas de esta forma puede hacer que aquellas personas con más dificultades de expresión las organicen de forma errónea e intenten evitar las negativas cuando también son necesarias y deben poder explorarlas y afrontarlas.
También debemos cuidar nuestro modo de expresar las emociones de forma oral, ya que, por influencia de la sociedad, la educación y/o el entorno solemos rechazar algunas emociones de forma inconsciente (por ejemplo, los hombres no lloran), consiguiendo que los individuos bloqueen dichas emociones porque las entienden como algo malo.
Aun así, debemos tener cuidado a la hora de hablar de emociones, pues se tiende a confundir entre este concepto y el de sentimiento. Los sentimientos abarcan una temporalidad más amplia y suelen ser el resultado de nuestras respuestas a las emociones, es decir, que tras tenerlas y razonar sobre su presencia decidimos organizarlas y valorarlas para empezar a tomar decisiones. Ambas son inseparables y funcionan de forma conjunta junto con la experiencia.
Podemos reconocer de qué manera influyen las emociones al componente fisiológico, pues el cuerpo también reacciona a la intensidad con la que tratamos las emociones. Esto es bueno cuando nuestro cuerpo recibe respuestas normales, aunque puede ser un problema cuando esta intensidad hace aparecer alguna dolencia que haga que nuestro cuerpo sufra o se estrese en exceso. Actualmente, se sabe que con cada emoción el cuerpo reacciona de la siguiente manera:
Daniel Goleman popularizó el concepto de inteligencia emocional. Se define como la habilidad de percibir, comprender, diferenciar y manejar los sentimientos y las emociones para ser capaces de dirigir nuestros pensamientos y conductas, lo que nos permite interactuar con el mundo de forma adecuada y socialmente correcta.
La inteligencia emocional juega un papel importante a la hora de controlar las emociones, pues como he expuesto antes una emoción que no se controla puede afectar tanto a la parte fisiológica como psicológica.
En el libro de Goleman, La Inteligencia Emocional (Ed. Kairós, Barcelona, 1995), se tratan dos ideas que paso a comentar.
Por todo lo anteriormente mencionado, es necesario para las personas con autismo y síndrome de Asperger inferir en la importancia de favorecer un aprendizaje conjunto entre casa, colegio y centro terapéutico para que desde edades tempranas se vayan aportando pautas necesarias para un correcto desarrollo emocional.
Es aconsejable aprovechar tanto las situaciones cotidianas como las naturales así́ como la necesidad del uso y expresión de las emociones para una comunicación adecuada. Para ello se podrá ir guiando a la persona con TEA hacía una gestión y conocimiento de la emoción mediante el aprendizaje directo y la experimentación en ambientes controlados.
Pedagogo, experto en psicopedagogía terapéutica y especialista en TEA
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