Hector tiene 3 años y medio y ha empezado el cole. Le encantan las letras y los números y hoy su madre nos muestra lo maravilloso que es.
Ser mamá de un niño TEA, no os voy a engañar, no es fácil, pero no lo cambiaría por nada del mundo.
La mayor felicidad que he sentido fue el día que me dijeron que estaba embarazada de mellizos y el día que vi la cara de mis peques. Emma nació primero, fuerte pero pequeña, lloraba muchísimo y tenía unos ojos enormes y abiertos. Héctor fue el segundo en nacer, era un muñeco y no lloró hasta pasado un minuto.
Desde pequeños fueron muy diferentes, Héctor destacaba por ser muy mimoso aunque lloraba mucho.
Fue a partir de los 18 meses cuando empecé a ver diferencias en el desarrollo de los dos. Seguramente el tener dos hijos de la misma edad acrecentaba mi visión sobre las diferencias entre ambos. Emma avanzaba muy rápido en el lenguaje y su capacidad motora, mientras que Héctor (quién había empezado a decir alguna palabra antes que ella) se estancaba.
Soy maestra, y cada año doy la voz de alarma sobre determinados alumnos o alumnas a los que veo dificultades. Gracias a eso, empecé a notar en mi hijo cosas que no me parecían normales para su edad: no me llamaba mamá y, sin embargo, contaba hasta 10 en inglés y en español, tenía una obsesión por las cosas suaves, se abstraía del mundo y costaba que te mirara cuando le llamabas.
Recuerdo que fui a pedir consejo a una compañera AL y otra PT y, junto con la orientadora del centro, me recomendaron que llevara a Héctor a que le valoraran. Y así lo hice.
Fue duro escuchar que tu hijo tiene muchas dificultades y va atrasado en casi todo. Fue un mazazo para nosotros. Ese sentimiento nos duró 2 días. Enseguida nos pusimos manos a la obra: llamé al equipo de atención temprana de mi zona, pedí cita con el neurólogo, con el centro regional de coordinación y valoración infantil de la Comunidad de Madrid, etc. etc.
Lo moví todo lo más rápido que pude, sin importarme la distancia, quería ayudar a mi hijo cuanto antes. Después de que le dictaminaran que necesitaba ayuda en el lenguaje y hablando con compañeras que llevaban a sus hijos a un centro especializado en tratamiento y seguimiento de personas con TEA, decidimos que ese sería el lugar ideal para Héctor.
Con 2 años, Héctor empezó su tratamiento. Puedo asegurar, y no exagero, que Héctor empezó a hablar apenas mes y medio después de empezar su trabajo con Bea, la pedagoga asignada por el equipo. ¡Es tan maravillosa la sensación de que tu hijo, por fin, te diga mamá al despertarse! A los dos años y medio, la neuróloga le puso nombre: Trastorno del Espectro Autista de alto funcionamiento.
Desde que soy mamá de un niño con TEA, no planifico absolutamente mi vida porque él marca un ritmo diferente. He aprendido a emocionarme con cada pequeña cosa que a él le encanta y le emociona y me maravilla lo que es capaz de hacer .
Héctor tiene 3 años y medio, ha empezado el cole en aula T, se relaciona con los adultos bastante bien, le encantan los números y las letras, cantar y bailar y tiene capacidades qué más quisiera yo.
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