La actividad física (AF) realizada de forma correcta influye positivamente sobre el bienestar y la salud teniendo un papel preponderante en la prevención de numerosas patologías crónicas (Ohrberg 2013 & Warburton 2006).
Los trastornos del espectro del autismo (TEA) se encuentran presentes en nuestra sociedad, habiendo mayor prevalencia en el sexo masculino. Sabemos que constituye un grave problema desde el punto de vista personal, familiar y social. Sin embargo, muy a menudo se ignoran las consecuencias a nivel físico y las mejoras que podemos atribuir a la práctica de ejercicio físico en personas con TEA.
Para Abarca (2015) implementar la actividad física en las personas con TEA genera un impacto positivo en su salud física y mental, y reduce los trastornos ambientales y comportamentales, promocionando así el desarrollo de la socialización y generando una mayor satisfacción en la vida familiar.
También sabemos que es en la segunda infancia cuando las personas con TEA presentan cierta falta de desarrollo psicomotor o en el sistema muscular (Molina, 2006), y esto es consecuencia de la falta de práctica de actividad física. Por tanto, el ejercicio físico es fundamental para la vida de estas personas. La inactividad física no puede formar parte de su día a día, no solo por la mejora de salud fisiológica subyacente de la práctica de ejercicio, sino por el desarrollo social que experimentan las personas con TEA en estas actividades.
También sabemos que las personas con TEA presentan un desarrollo motor normal, aunque pueden tener un ritmo más lento, por lo que es interesante, como veremos más adelante, incorporar estímulos sensoriales dentro de las sesiones.
En definitiva, la práctica de una actividad física planificada y dirigida ha demostrado tener una gran mejoría en los comportamientos estereotipados de las personas con TEA, en las interacciones sociales y en la comunicación (Tani G 2010 & Ben-Sasson 2009).
Cualquier tipo de actividad física es beneficiosa para la salud, y a día de hoy cualquier persona puede salir a la calle y realizar ejercicio de forma guiada o independiente. No obstante, es importante destacar que realizar ejercicio de forma guiada e individualizada es muy interesante, y las personas con TEA se benefician más todavía de esta atención adaptada.
La relevancia de la dimensión de bienestar físico a partir de la actividad, es puesta de manifiesto por Gómez, Valero, Peñalver y Velasco (2008) y Webster (2016), indicando que se pueden mejorar en personas con TEA, aspectos claves como la inclusión y participación en entornos comunitarios y tareas con personas sin discapacidad. Por ello, no debemos descartar que realicen actividad física en entornos variables y con diversa compañía.
Dicho esto, vamos a ver qué tipo de actividades suelen realizar las personas con TEA, aunque ya os adelanto que pueden realizar cualquier actividad física, no obstante, ahondaremos más en las que de verdad han demostrado generar un mayor impacto positivo según diversas investigaciones.
Llegados a este punto os estaréis preguntando qué actividad escoger o si es necesario realizarlas todas.
Mi recomendación como entrenador es combinar dos actividades que sean dispares en su estructura y estímulos, por ejemplo, una actividad en la que exista gran interacción social pero menor estímulo físico, como los juegos recreativos o cualquier deporte colectivo, combinado con una actividad de menor interacción social pero mayor estimulación física, como el entrenamiento de fuerza convencional en el gimnasio o una actividad cíclica como caminar a paso ligero en el medio natural, o correr.
El colegio americano de medicina deportiva (ACSM) recomienda un mínimo de 90 minutos a la semana de actividad física vigorosa para empezar a conseguir beneficios, por lo que incluir, como he comentado anteriormente, dos actividades diferentes dos veces a la semana cada una, siendo un total de cuatro sesiones, es más que suficiente para empezar y conseguir resultados.
Tras una evaluación inicial, atendiendo a sus individualidades, le prescribiría entrenamiento de fuerza en el gimnasio o un ejercicio cardiovascular al aire libre en combinación con unas clases grupales de juegos deportivos, incluso la realización de algún deporte colectivo que fomente el compañerismo, la colaboración y la comunicación. De esta forma abordamos todos los campos que sería interesante tratar.
Recordad que iniciarse en la práctica deportiva ya es un gran paso, lo importantes es empezar y mantenerlo a largo plazo. Cualquier actividad que se pueda mantener a largo plazo será mejor que no hacer nada, y aunque podemos optimizar los resultados, el hecho de hacer algo de actividad física ya genera ciertas adaptaciones positivas en las personas con TEA.
En conclusión
La actividad física nos brinda grandes mejoras a todos los niveles y según las investigaciones, puede ser una terapia muy interesante para personas con TEA, no solo por las mejoras fisiológicas y a nivel de salud general, que son enormes, sino por la puesta en acción, la resolución de problemas, y la comunicación con los compañeros de amplia diversidad, instructores y personas encargadas de prescribir las tareas.
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