“Alberto era, según sus padres y profesores, un niño irritable, muy difícil, que se pasaba las horas subiéndose por los armarios, saltando y tirando objetos por la ventana. Después de analizar las conductas que Alberto presentaba junto con su familia y educadores, se procedió a la búsqueda de soluciones y toma de decisiones. En la actualidad, Alberto ha dejado de arrojar objetos por la ventana y de subirse por los armarios, continúa dando saltitos pero estos han disminuido tanto en intesidad como en frecuencia. La vida ahora es mejor y tranquila, tanto en el colegio como en casa...”.
La mayoría de personas TEA, a lo largo de su vida suelen presentar problemas de conducta, como: estereotipias (conductas motoras repetitivas como aleteo de brazos, palmadas, balanceos, frotar papelitos, etc.) rituales (hacer siempre las mismas cosas, de la misma forma, con los mismos objetos), autoagresiones, conductas destructivas, conductas de evitación, etc.
Estas alteraciones de conducta, interfieren con las habilidades de aprendizaje, aumentan el aislamiento de las personas con TEA y pueden producir efectos dañinos.
En un 90% de los casos se considera que las conductas problemáticas están causadas por una carencia de habilidades de comunicación, de interacción social y de control del entorno (por ejemplo, falta de anticipación de lo que va a ocurrir).
Si lo que pretendemos es que la persona TEA tenga calidad de vida y bienestar físico, psíquico y social, es imprescindible el abordaje de conductas alteradas, ya que el tratamiento de la conducta problemática posibilita y favorece el desarrollo de cualquier otra habilidad.
No podemos solucionar todos los problemas de golpe ni es posible enseñar todas las habilidades al mismo tiempo. Hay que establecer una jerarquía de problemas y siempre tener presenta que cuando una persona con TEA presenta problemas de conducta, es para:
La inactividad, el “dejar hacer” a la persona con TEA con actitud poco directiva y dejando que sugiera lo que quiera hacer en cada momento, pueden ser actitudes no solo ineficaces sino perjudiciales.
Una forma de organizar el trabajo consiste en definir el problema, determinar a quién afecta, dónde ocurre y qué se desea dar como respuesta al problema. Por ello, es importante identificar una relación funcional entre la conducta alterada, lo que ha pasado antes de darse esa conducta y que ha ocurrido después: Antecedente – Conducta - Consecuencia.
Una vez que hemos hecho una jerarquía de problemas de conducta y hemos optado por empezar por una conducta concreta.
Las técnicas de modificación de conducta han sido relativamente eficaces para lograr la disminución o la eliminación de estas conductas e incrementar conductas funcionales.
Un criterio que debemos tener presente cuando queramos seleccionar procedimientos de tratamiento es considerar si el problema constituye un déficit o un exceso de conducta.
Existen básicamente dos tipos de procedimientos comúnmente usados:
Post realizado por: GABINETE CETEA
Comunidad para familiares y profesionales que viven cada día con el Trastorno del Espectro Autista
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